Gayane Manucharyan: “Mi arte es un puente entre la tradición y la libertad creativa”

Reconocida por su labor en la preservación y reinterpretación del arte medieval armenio, Gayane Manucharyan ha convertido su galería en Vanadzor en un espacio emblemático para el arte nacional. Desde allí, junto al maestro Bogdan Hovhannisyan, impulsa un diálogo entre tradición y modernidad que hoy trasciende fronteras. En esta entrevista, nos habla sobre su trayectoria, su participación en el Smithsonian Festival y su visión del arte armenio contemporáneo.

1. Gayane, ¿cómo nació su interés por las miniaturas armenias y qué la inspiró a reinterpretarlas en una clave contemporánea?
Siempre he sentido un gran amor por el arte.
Hace algunos años, con motivo de un importante evento benéfico que se celebraría en Londres, pinté unas postales en las que utilicé ornamentos inspirados en la miniatura armenia.
Durante el proceso de selección de los motivos, quedé cada vez más cautivada por la belleza y profundidad de este arte medieval.
Fue entonces cuando conocí al maestro de jachkares (cruces de piedra) Bogdan Hovhannisyan, quien me propuso intentar reproducir algunas imágenes de miniaturas.
Comencé a pintar pequeños personajes simbólicos, que para mí se convirtieron en figuras únicas y personales.
El maestro me regaló el libro “La historia de los altares”, con sus propias anotaciones, para que pudiera pintar de forma más “consciente”. Estudié además diversa literatura sobre el tema.
Así comenzaron mis primeros pasos en el camino del arte.

2. Usted trabaja sobre papel francés envejecido artificialmente mediante una técnica especial. ¿Qué significado tiene para usted este material en el contexto de la tradición y la memoria?
Después del terremoto, cuando Charles Aznavour conoció la labor de Bogdan Hovhannisyan, al regresar a Francia le envió ese papel francés.
Decidimos utilizar precisamente esas hojas como un valor simbólico, en honor al gran Aznavour, por quien sentimos una profunda admiración.
La técnica de envejecimiento del papel fue creada por el propio maestro Bogdan, lo que otorga a nuestras miniaturas un carácter misterioso y único.
3. Desde 2012 colabora con el maestro de jachkares Bogdan Hovhannisyan. ¿Qué ha significado para usted este encuentro en el plano artístico y humano?
Creo que aquel encuentro fue obra de la providencia, porque dio lugar no solo a una colaboración larga y fructífera, sino también a una amistad fuerte y sincera.
El maestro me transmite su vasta y multiforme experiencia artística; es una persona de la que se puede aprender algo nuevo e importante cada día.
A menudo unimos nuestras ideas y de esa unión nacen nuevas obras.
4. Una de sus obras más emblemáticas es “Narek”. ¿Qué mensaje quiso transmitir con esta pieza?
“Narek” realmente se distingue de todas mis obras; para mí tiene un valor espiritual muy profundo.
El “Narek” es, para el pueblo armenio, una segunda Biblia: un libro de oraciones que dialoga con Dios desde lo más hondo del corazón. Durante siglos hemos creído en su poder milagroso.
Cada detalle del “Narek” fue pensado cuidadosamente y elaborado con gran precisión.
El libro, colocado dentro de una caja, tiene un formato pequeño, para que sea cómodo llevarlo incluso en los viajes.
Nuestro “Narek” fue creado para ser un objeto familiar sagrado, destinado a transmitirse de padres a hijos.

5. En 2019 usted participó en el Festival Folclórico del Instituto Smithsonian en Washington. ¿Cómo vivió la experiencia de representar el arte armenio en un escenario tan prestigioso?
Debo decir que en el festival de Washington participé no como miniaturista, sino como artesana de jachkares.
La talla en piedra es otra habilidad que aprendí del maestro Bogdan.
Fue un gran honor y, al mismo tiempo, una enorme responsabilidad representar una de las ramas más antiguas del arte armenio en una plataforma tan importante.
Tallaba ornamentos armenios y relojes solares sobre piedra de toba.
Para miles de visitantes, el proceso fue no solo interesante, sino también sorprendente, al ver a una mujer trabajar con cincel y martillo. Muchos fotografiaban mis manos…
Las obras terminadas fueron donadas a los museos del Smithsonian, lo cual me llena de orgullo.
Sin embargo, mi mayor logro fueron los nuevos amigos del arte, las colaboraciones que nacieron allí y la amistad con compatriotas de la diáspora, que cada vez que visitan Armenia pasan también por nuestro taller.
6. En su obra se combinan la tradición y la modernidad. ¿Dónde traza la línea entre el respeto a lo antiguo y la libertad creativa?
Como recreo las obras de los iluminadores medievales armenios, mantengo fielmente su estilo original y los colores auténticamente armenios, para que quien las contemple perciba de inmediato su identidad.
He tenido ocasión de reproducir también algunas miniaturas europeas, que se distinguen especialmente por su gama cromática.
Mi libertad creativa se manifiesta en la técnica: utilizo pigmentos mixtos y pan de oro, ofreciendo de un modo nuevo lo antiguo y lo tradicional.
7. En sus obras aparecen motivos de relojes ornamentados, aves armenias y elementos abstractos. ¿Cómo elige los símbolos para sus creaciones?
Durante mucho tiempo busqué un reloj para mi casa, pero quería algo único, irrepetible.
Después de una larga búsqueda, decidí crearlo yo misma. Así surgió la idea de incluir imágenes de aves y pequeños personajes simbólicos, conservando parcialmente el estilo de la miniatura.
Para crear los relojes utilizamos a menudo materiales reciclados: los procesamos y les damos una nueva vida.
Nadie podría imaginar cómo se elaboran realmente estas piezas.
También realizamos relojes de estilo abstracto, en los que incorporamos elementos naturales —ramas, aves, piedras— combinándolos de forma armoniosa.
8. ¿Qué papel desempeña hoy el arte armenio, dentro y fuera del país?
Es una pregunta muy amplia, pero hablaré concretamente sobre la miniatura.
Reproduzco obras muy raras, muchas de las cuales se conservan en las bibliotecas más prestigiosas del mundo: en Berlín, Jerusalén, Venecia y otros lugares.
De este modo intento dar a conocer mejor esas obras poco accesibles.
Con frecuencia participo en festivales y exposiciones donde gran número de visitantes descubren el arte medieval armenio y su historia, lo que despierta un profundo interés entre personas de distintas nacionalidades y religiones.
Nos presentamos ante el mundo también a través de nuestro arte: es una de las mejores formas de expresar la identidad y la imagen colectiva del pueblo armenio.
9. Su galería en Vanadzor se ha convertido en un importante espacio cultural. ¿Qué importancia tiene para usted acercar el arte a la comunidad local?
Nuestra galería es única, no solo en Vanadzor, sino en toda Armenia.
Es un rincón acogedor donde pueden verse obras de diversos géneros: jachkares, relieves, esculturas, miniaturas, pinturas, trabajos abstractos y gráficos, retratos de personalidades conocidas y libros raros... en resumen, un auténtico museo.
Pero más allá de eso, la gente viene también a conocer al anfitrión del espacio, el maestro Bogdan, quien concentra en sí el canto y el color de la patria.
Con frecuencia, un visitante extranjero acaba cantando en armenio apenas cinco minutos después de conocerlo.
Todos se marchan con el deseo de volver, llevando consigo una parte del arte que vivieron allí.
10. Finalmente, ¿qué proyectos o sueños artísticos tiene por delante y cómo le gustaría que el público recordara su obra?
Siempre pienso en nuevas formas de presentar mis obras y también en cómo hacerlas funcionales, como en el caso de los relojes.
Desde hace un año he empezado a imprimir mis trabajos abstractos sobre telas de seda y gasa, transformándolos en pañuelos.
Planeo presentarlos junto con sus elementos decorativos.
Y me gustaría exponer mis miniaturas en Europa, para poder mostrar el arte de la miniatura armenia a un público más amplio.

Quiero expresar mi sincero agradecimiento a Gayane Manucharyan por su tiempo, por la calidez con la que compartió sus pensamientos y por la profundidad con la que nos permitió acercarnos a su mundo artístico.
Su obra nos recuerda que el arte armenio no pertenece solo al pasado, sino que sigue vivo en cada trazo, en cada color y en cada alma que lo contempla.