La lucha de la fe loca: Sardarapat

Cuando no queda salida ni esperanza,
son los locos quienes hallan la forma.
Así nació, así brilló
la gran batalla de Sardarapat.
A lo largo de los siglos, el pueblo armenio ha atravesado innumerables guerras y pruebas, luchando constantemente por la preservación de su existencia e identidad. Tras la caída del Reino Armenio de Cilicia, nuestro pueblo estuvo casi seis siglos sin Estado. Durante ese largo periodo, lo que mantuvo viva a la nación fue su idioma, su fe y su cultura nacional.

Sin embargo, por la lógica férrea de la historia, era necesario reunificarse en una parte de nuestra patria histórica —una pequeña porción de Armenia— para recuperar la independencia. Tras 600 años, el 28 de mayo de 1918 se proclamó la Primera República de Armenia. Fue un momento histórico en el que la independencia dejó de ser una idea para convertirse en realidad. A pesar de las grandes dificultades, esta república se convirtió en la base del nuevo Estado moderno y en portadora de la esperanza para el futuro.
La revolución rusa de 1917 y el proceso de desintegración que la siguió alteraron gravemente el equilibrio de poder en el Cáucaso Sur. La caída del Imperio Ruso provocó la desaparición de las estructuras estatales en los territorios armenios, creando un vacío de poder en el que el pueblo armenio quedó sin una autoridad central ni mecanismos organizados de defensa.
En esta crisis, el Imperio Otomano adoptó una estrategia político-militar expansiva, aprovechando el caos reinante. El ejército turco avanzó hacia el este, con el objetivo de controlar no solo Armenia Occidental, sino también de penetrar en el Cáucaso para ampliar su influencia en toda la región. Esta maniobra coincidía con la ideología panturquista, que aspiraba a crear una continuidad territorial entre las distintas regiones del mundo túrquico.
Las invasiones turcas de 1918 en Armenia Oriental estuvieron acompañadas de violencias masivas, limpiezas étnicas y desplazamientos forzados de la población armenia. Como resultado, la existencia misma del pueblo armenio en su cuna histórica estuvo al borde de la aniquilación.
Sin embargo, en ese momento crítico, pese a las pérdidas irreparables y dificultades sin precedentes, el pueblo armenio logró unirse y resistir.
La batalla heroica de Sardarapat se convirtió en símbolo de esa resistencia. Esta victoria, como subrayó el mariscal Hovhannes Bagramyan, tuvo un significado decisivo:
“Gracias a esta victoria, el pueblo armenio pudo conservar aquella parte de Armenia Oriental que, a lo largo de la historia milenaria de desarrollo de la estatalidad armenia, se convirtió en símbolo y cuna de nuestra antigua civilización, concentrando los valores materiales y espirituales del pueblo, y creando las condiciones necesarias para la reconstrucción del Estado armenio y el renacimiento nacional.”
Esta valoración no solo resume la importancia político-militar de la victoria, sino que también resalta su significado simbólico como punto crucial para la preservación del patrimonio cultural e histórico.

En mayo de 1918, cuando las tropas turcas se acercaban a las fronteras de Ereván, en los frentes de Sardarapat, Bash Abarán y Karakilisa se libró una lucha legendaria, símbolo de la heroica resistencia armenia. Estas batallas no fueron simples enfrentamientos militares, sino muestras de unidad nacional y autodeterminación, que lograron detener el avance turco y salvar la existencia física del pueblo armenio.
Entre los líderes de estas batallas estuvieron Tovmas Nazarbekyan, Dro, Silikyan y Hamazasp de Sevkar, quienes organizaron destacamentos que incluían desde simples campesinos hasta veteranos soldados, transformando a todo el pueblo armenio en un solo ejército. La amplia participación popular —desde jóvenes hasta ancianos— fue un factor clave para el éxito de la resistencia.
La victoria de Sardarapat reafirmó la voluntad inquebrantable del pueblo armenio y creó un símbolo de victoria que se convirtió en pilar de su identidad y estatalidad.
Tras la batalla de Sardarapat y complejas negociaciones diplomáticas, el 28 de mayo de 1918 se proclamó la Primera República de Armenia. Entre sus fundadores estaban figuras destacadas como Aram Manukyan —primer ministro de Defensa y héroe valiente—, Hovhannes Kajaznuni y otros personajes influyentes del ámbito político, militar y cultural, quienes contribuyeron decisivamente al establecimiento del nuevo Estado.
Bajo el liderazgo de prominentes miembros del partido Dashnaktsutyun, como Kajaznuni (primer primer ministro), Alexander Khatisyan, Hamo Ohanjanyan, Simon Vratsian y otros, recayó toda la responsabilidad de reconstruir y administrar la nueva república.
La estructura gubernamental del nuevo Estado se formó bajo la influencia de modelos europeos, incorporando a la vez las condiciones políticas locales, la experiencia histórica y los valores nacionales.
Las batallas heroicas de Sardarapat, Bash Abarán y Karakilisa, y el establecimiento inmediato del Estado armenio como su resultado directo, demostraron que la fuerza de resistencia del pueblo armenio no residía únicamente en las armas. Fue una manifestación de unidad nacional, fe inquebrantable y deseo insaciable de libertad.
Sardarapat se convirtió no solo en una victoria militar, sino también en símbolo de un nuevo renacimiento nacional: reveló que, en los momentos críticos de la historia, el pueblo armenio está dispuesto a levantarse y defender su patria y su futuro.